31 mayo 2006

Matador, un villano ridículo

La Marvel posee una gran capacidad para crear héroes y villanos sorprendentes. A lo largo de los años ha creado una mitología tremenda, casi inabarcable. Sin embargo, ha habido abortos, fallos que quedaron en la cuneta y que dan fe de que ser sublime sin interrupcción es imposible (por mucho que lo buscara Oscar Wilde).

A mi el que más gracia me hace, tal vez por lo cercano de sus orígines, es El Matador, el villano torero que juró vengarse de la humanidad (dedicándose a robar) al ser cogido por un toro. Archienemigo (¡como me gusta la palabra!) de Daredevil y miembro de los "Emisarios del mal" (grupo formado por Electro para cargarse al "hombre sin miedo" en uno de los episodios de la colección más aburridos que he tenido la ocasión de leer)

Sus armas eran su estoque y su capote. Para que decir más (bueno sí, que la montera queda muy bien con el antifaz a juego)


Tengo entendido que no es el único personaje torero de la Marvel (se ve que no aprendieron) y que en Hulk aparece uno llamado "El Supremo". ¡Habrá que verlo!

25 mayo 2006

The Odyssey, en la niebla de la memoria

Conforme me hago mayor empiezo a añorar algunos aspectos de mi infancia no por el recuerdo que tengo de ellos sino por el recuerdo de las sensaciones que tenía viviéndolos.

Esta serie canadienese emitida hace la tira de años por Canal + (en abierto) es un claro ejemplo. Apenas recuerdo un poco de su argumento, algunas imagenes sueltas, pero ¡cuánto disfrutava viéndola!

Mis amigos no se acuerdan de ella, me siento extraño, quizás era una mierda y yo un niño estúpido. Si no os suena el nombre pincha aquí o en la imagen.

23 mayo 2006

El Odio, cayendo a toda velocidad

"El odio" es una buena película (lo fue cuando se estrenó), la mejor de Mathieu Kassovitz. Pero ocurre a veces que la valoración de una película cambia cuando el tiempo la alcanza, cuando la Historia la toma como ejemplo.



Los suburbios de París. Un día y una noche. Tres perdedores multiculturales y una pistola robada a la policía. Rencor de clase, brutalidad, etc.

El director no encuentra su estilo (el blanco y negro bellísimo y los movimientos radicales de la cámara no siempre congenian). Algunas imagenes oníricas desentonan y a veces la película lanza mensajes excesivamente crípticos (en comparación con otros fragmentos de la misma donde predomina la vocación didáctica).

Sin embargo, donde realmente resulta brillante es al monstrar la subcultura parisina, cuando el film gira hacia el documental encuentra su sitio como testimonio de una realidad que no queremos ver.



Cuando ocurrierion los "altercados" de París el invierno pasado, en TV no emitieron la película (es de 1995). No la mencionaron. Ahora, más que nunca, lo que era una aceptable muestra de cine se ha convertido en una pelícla necesaria, fundamental.

"Un hombre salta del piso 50 de un edificio. Mientras cae se va repitiendo: de momento todo va bien, todo va bien. Pero lo importante no es la caída, sino el aterrizaje"

22 mayo 2006

Italo Calvino, reconstruyendo al hombre

Intentar construir una imagen literaria clara de Italo Calvino es una tarea poco menos que imposible. Lo es ahora y lo fue en el pasado, pues el gran novelista y pensador italiano nunca se afincó en un género, ni siquiera en un estilo (palabra tan de moda hoy en día) que hiciera propio e intrasferible. Lo fácil sería definirlo como un Borges a la europea (y ya Borges era muy europeo), pero eso nos obligaría a omitir una de las obras magnas de Calvino: la metódica y brillante recopilación de fábulas clásicas italianas.



Hay una infinta distancia entre el estilo rebuscado, la complejidad estructural y la profundidad filosófica de sus obras de ciencia ficción ("Ti con zero") y la sencillez maravillosa de esa auténtica obra maestra para niños que es "Marcovaldo". Calvino nunca dejó de ser el mismo, a pesar de abandonar el Partido Comunista, a pesar de sus inquietudes, fue él, y sólo él, quien eligió su camino. Y eso lo hace aún más admirable: me pueden gustar sus obras de forma individual (unas más que otras), pero su carrera, su devenir, es de una lógica aplastante. Calvino escribió pegado a la realidad, de una forma coherente con la sociedad en la que estaba inmerso. Cada obra suya daba una respuesta a los titulares de los periódicos, en cada momento, en cada lugar.

En los años 50' el hombre estaba perdido, sin rumbo. La guerra, el Holocausto, la amenza nuclear. Entonces Calvino se propuso reconstruir al hombre, y lo hizo regesando a los orígenes, a "nuestros antepasados", a la fábula. Es el Calvino que más me gusta. Entrañable, didáctico, claro. Muchos (sobretodo sus compañeros comunistas) no lo entendieron, pero, vista desde la actualidad, la trilogía que el escritor parió en esa época se nos aparece como un canto a la transcendencia, como una última muestra de Humanismo (palabra sepultada hoy en día bajo toneladas de cultura pop).

El vizconde demediado, El barón rampante, y El caballero inexistente nos transladan a un pasado mítico, alegoría (cristalina) del hombre y la sociedad actual (de los años 50/60', o sea). La primera trata de un hombre partido en dos (no nos olvidemos de que es un cuento, una fantasía), una mitad buena y otra malvada, que vive en un mundo partido en dos (en sus tierras hay una comunidad de grises puritanos y un pueblo de alegres leprosos). Aceptar el mal que hay en nosotros es el camino hacia la realización personal, hacia el amor, no exitiría la luz sin oscuridad.

El caballero inexistente habla de ideales. El hombre no existe sin ideales, pero los ideales pueden existir sin el hombre (flotando en el aire, libres). La realidad los destruye y lo único que permanece es el amor, que no es poco. En la novela todos persiguen a todos, un viaje continuo, una búsqueda permanente. De nada sirve el hombre sin transcendencia.

Y finalmente El barón rampante. El valor de ser uno mismo, la angustia. Subirse a los árboles, abandonar la sociedad sin abandonarla. El protagonista decide seguir una camino diferente, y aún así se convierte en héroe, ama y es amado, se cartea con los grandes pensadores de la Ilustración,... Elegir un camino diferente no significa ser diferente. El barón protagonista, al igual que Calvino, sigue su propia senda. Subirse a los árboles es una metáfora, una hermosa metáfora del disidente que resulta ser el mejor de los hombres.

17 mayo 2006

Titanic 2, la gente tiene demasiado tiempo libre

Curiosa idea: preparar un trailer de lo que sería la segunda parte de Titanic usando trozos de otras películas. Está muy bien hecho, aunque esperemos que no se les ocurra hacer la película porque la historia hace aguas por todas partes (lo se, es un chiste malísimo, pero por las mañanas estoy un poco espeso)

Si quieres ver el trailer, pincha en la imagen o aquí:



Muy buena idea lo de la versión dance de la canción de Celin Dion. Lo curioso es que visto lo visto en muchas secuelas, no es una idea tan estúpida (así de bajo está nivel)

16 mayo 2006

"Children of men", tiempos difíciles

No quiero resultar pesado, pero lo que ya dije sobre la distopía adquiere más peso todavía al enterarme del nuevo proyecto (de estreno casi inmediato) de Alfonso Cuarón: "Children of Men".


Es la adaptación a la pantalla grande del libro homónimo escrito por P. D. James. Otra distopía.

Protagonizada por Clive Owen, Julianne Moore y Michael Caine. El futuro, Iglaterra bajo una dictadura fascista, anarquistas por doquier, ... ¿Les suena?


Parece ser que los creadores anglosajones han decidido hablar del presente, retratando el futuro. Como ya ocurrio en la década de los 30' y de los 70'. La historia se repite. Ojala produzcan obras tan buenas como aquellas y que su mensaje no se pierda en el tiempo "como lágrimas bajo la lluvia".

11 mayo 2006

Arte, más allá del tópico

¿Es todo el arte actual una mierda?

Para que puedas decidir por ti mismo te recomiendo el libro de Taschen, titulado ART NOW:


El autor del cuadro que ilustra la portada (y que me tiene absolutamente fascinado, tengo que decir) es Richard Phillips. Un artista a seguir.

09 mayo 2006

Truffaut, pedagogía y amor

En 1799 (cuando el "siglo de las luces" agonizaba) en un bosque del Langedoc, muy cerca de los Pirineos, un grupo de cazadores encontró a un niño salvaje, de unos 12 años. Aquella pobre alma llevaba la mitad de su vida fuera de la sociedad, alimentandose de raices y frutos, porque sus padres lo habían abandonado a su suerte allí. Era poco más que un animal.

Lo transladaron a París y apunto estuvo de ser internado en un manicomio pues las autoridades médicas creyeron que se trataba de un deficiente mental. Sin embargo, un jóven doctor, Jean Marc Gaspard Itard, especializado en los trastornos de la comunicación, creía que había posibilidades de reinsertar al niño en la sociedad. Consiguió su custodia, le dió un nombre (Victor) y durante cinco años lo educó.

El niño se hizo hombre, pero jamás pudo hablar ni reinsertarse en la sociedad. Murió en 1828. Itard publicó dos informes maravillosamente escritos sobre el proceso de educación del Victor, pero, ante su fracaso, se centró en el cuidado de ciegos y sordos, poniendo las bases del método Braille.


Esta es la historia. Y también el argumento de esa extraordinaria película que es "El pequeño salvaje" del añorado François Truffaut. Sin embargo, el director francés se detiene pronto, antes de que el niño alcance la pubertad, cuando todavía es un niño, cuando Itard descubre que el salvaje entiende el concepto de justicia, cuando todos comprenden que Victor ya no pertenece al bosque, pero posiblemente nunca pueda volver a la sociedad. Lo demás no importa.

"El pequeño salvaje" es única en su género. Salvo el prólogo (la captura) y el épilogo (el intento de fuga), toda la pélícula se centra en el proceso de educación de Victor. Es una película pedagógica, una canción de amor, no al buen salvaje, sino al buen maestro. Itard no levanta su mano, no pega, sus castigos son medidos y justos, salvo en una ocasión en la que el propio Itard (interpretado por Truffaut) siente asco de si mismo.

Truffaut quiere rodar dos conceptos, dos ideas: Justicia y Educación. Poca películas hay tan teóricas como ésta, sin embargo apenas se habla, lo justo, quizás la necesaria voz en off de Itard leyendo trozos de sus informes. Las ideas llegan a nuestra cabeza a través de las imágenes (¡que grande Nestor Almendros y su blanco y negro!). Cine puro, puro cine.

"El pequeño salvaje" termina bruscamente, cuando el niño lleva pocos meses con el doctor. Pero Truffaut ya ha contado todo lo que quería contar, y sólo ha necesitado 80 minutos. La película nos habla de un niño (y cuando el niño crece ya nada tiene sentido) y de un sueño: una educación razonable de la que careció el propio director (veáse "Los 400 golpes"). La película nos habla del sueño de la razón, no de sus monstruos. Truffaut no hace cine documental, y muy posiblemente lo deteste. No rueda la realidad, rueda ideales, ilusiones.

Es por esto que todas sus películas son hermosas declaraciones de amor. Y es eso mismo lo que echamos en falta hoy en día. Porque al morir Truffaut, murió el último humanista que podría habernos salvado.

Distopía II

Un video sobre la distopía:

07 mayo 2006

Distopía, el futuro ya está aquí

Antes de empezar, un aviso. Esto no es una crítica de V de Vendetta, porque ya hay una muy buena aquí (http://refoworld.blogspot.com/2006/05/review-v-de-vendetta.html). Sin embargo, el estreno de la aceptable película de los Wachowsky (¿o alguien cree que ellos no son los verdaderos "autores" de la peli?) ha motivado este artículo (una breve introducción al tema) sobre el género al que pertenece el film: la distopía.



Aunque sea fácil asociar la distopía al movimiento cyberpunk, el término nació mucho antes. Su origen está en la economía política y fue John Sturat Mill el primero en utilizarlo. Es una antónimo de utopía ("el lugar en donde todo es como debe ser") y se utiliza para designar el mundo donde no ocurre lo deseado. Un universo de pesadilla, o sea.


La fértil literatura fantástica de finales del siglo XIX pronto se adueñó del término, y así, en 1895, H. G. Hells escribió "La máquina del Tiempo" (primer ejemplo conocido, aunque imperfecto, porque los pilares maestros del género tardarían en asentarse aún un par de décadas). Veámoslo:


El tiempo: El futuro. Un futuro reconocible. No muy alejado, con una tecnología adaptada de la actual. Es por eso que en este nivel, las obras distópicas suelen quedarse rápidamente desfasadas (aunque, por esa misma razón, vistos desde la actualidad, sus aciertos nos sorprenden increíblemente)

Situar la distopía en el futuro facilita a los autores plantear los hechos como posibles. Porque los autores de esta clase de literatura/cinematografía son unos moralistas y necesitan de la realidad para predicar su verdad. Prácticamente transladan los "males" de su sociedad al futuro, porque esto les permite amplificarlos sin restarles autenticidad.


El lugar: el mundo del futuro da miedo. Se han cumplido las peores de nuestras pesadillas. Las guerras han cambiado todo. Muchos países han desaparecido y otros están en crisis. Más que en un lugar físico las distopías tienen lugar en una sociedad amenazada por la guerra. Un mundo urbano atenazado por el miedo a perecer.


El héroe: Siempre hay un héroe. En él se sitúa la esperanza del mundo. Debe ser un hombre de otra época, por encima del resto del pueblo al que pertenece.

Y aquí está la primera trampa. Los ideales del héroe son los nuestros. En el fondo esta clase de obras hablan de la sociedad como un ser vivo con doble personalidad. Lo peor de nosotros es la sociedad del futuro, el héroe son los ideales que nos pueden salvar. Por esta razón las distopías son terriblementes...


pesimistas: el héroe recorre una carretera que le lleva al fracaso. Sus acciones liberadoras chocan constantemente con muros que dibujan una arquitectura complicada y tiránica. Toda obra distópica (más en la literatura que en el cine) es una enorme descripción de lo peor de la condición humana, la acción no importa.

Si el héroe triunfa, hay esperanza. Pero a los autores distópicos (por lo general) no les interesa la esperanza, quieren movernos a lá acción: "si no actuamos ahora, en el futuro ya será tarde"


Somos ganado: el miedo nos paraliza. Todos somos delatores, porque quizás vivamos mejor con la mentira de la tiranía que con la verdad que el héroe predica en el desierto. La cultura ha muerto, hay que quemar los libros.


Sal gruesa: la intención de los autores distópicos es tránsparente. No necesitan la sutileza. Son pesimitas y se regodean en ello. En el más extremo de los casos ni siquiera esperan que sus palabras/imagenes muevan a la revolución, sus palabras/imagenes son un llanto desesperado, el sermón atronador de un cura que contempla su iglesia vacía.


Y podría seguir: el lenguaje, el sexo, la tecnología, la religión,... todos estos aspectos tienen su importancia en cualquier obra distópica que se precie. Si el género se salva de la monotonía es por la maestría de sus autores (en líneas generales) y porque al hablar de la realidad sus temas nos interesan, nos apasionan.

Cierto que el género ha evolucionado desde que empezó a desarrollarse, sin embargo, si se consultan las tres grandes obras que ha generado (1984, Un mundo feliz y Fahreheit 451) todas las características antes detalladas aparecen en mayor o menor medida.


Estas son en mi opinión los mejores ejemplos de distopías que el mundo occidental ha parido:

En la literatura:
La máquina del tiempo, de H. G. Wells
Un mundo feliz, de Aldous Huxley
1984, de George Orwell
Fahrenheit 451, de Ray Bradbury
La naranja mecánica, de Anthony Burgess
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas, de Philip K. Dick
V de Vendetta, de Alan Moore y Dave Lloyd
Alan Moore, de Alan Moore y Dave Gibbons
Akira, de Katsuhiro Otomo

En el cine
Metrópolis, de Fritz Lang
Fahrenheit_451, de François Truffaut
La naranja mecánica, de Stanley Kubrick
Blade Runner, de Ridley Scott
Brazil, de Terry Gilliam
Doce monos, de Terry Gilliam
The Matrix

Aunque se admiten sugerencias...

04 mayo 2006

Dylan Dog, el héroe y el hombre


Dylan Dog es un "fumetto" (un comic a la italiana, vaya) y para entenderlo hay que entender a la industria editorial italiana.

Bueno, imaginemos un universo paralelo (al estilo de la Marvel), imaginemos que aquellas empresas españolas que en los años 50 y 60 parieron al Capitán Trueno, a las Hazañas Bélicas, a Roberto Alcázar, etc... imaginemos que no se hundieron en los 70 y 80; un mundo donde quizás nuestros dibujantes no se centraran tanto en la caricatura y el humor, donde se usara papel barato y trabajo en cadena en el diseño de las historietas, y donde los tebeos fueran tan baratos como un periódico (y cuando hablo de tebeos hablo de 100 páginas por lo menos). Como podeis imaginar en ese universo la gente la gente compraría comics semanalmente, hasta edades avanzadas... serían un objeto de consumo masivo (porque niños, una de las primeras reglas del capitalismo es: bajan los precios y aumenta el mercado; aumenta el mercado y suben los precios; suben los precios y se resiente el mercado; reduce costes, baja los precios, aumenta el mercado, mantén beneficios). Bien, pues resumiendo mucho (y a mi me encanta resumir) eso es Italia.

Bonelli es una compañía puntera en este sentido: tiene en nómina a más de la mitad de los diseñadores y guionistas italianos que van rotando por las distintas series que aún se mantienen en activo (Nathan Never, Martin Mystery, etc). Su buque insignia era TEX, un comic del Oeste, muy light (no es Blueberry), muy al estilo de los tebeos españoles antes mencionados. La serie sigue existiendo, pero la sociedad italiana ha cambiado y han cambiado sus gustos. Y sus gustos empezaron a cambiar en los años 80.

Otro universo paralelo, vale. Imaginemos que el cine español de los 70 y 80 hubiera dejado de mirarse al ombligo, que se hubiera olvidado de los melodramas, que hubiera abrazado el terror y los géneros populares, que hubiera tenido sentido del humor. En definitiva imaginemos a Dario Argento con acento de La Mancha. Porque en Italia los treintañeros se han ido alimentado de los peor de la cultura pop desde que eran pequeños. Nos llevan mucha ventaja en el camino hacia el mundo feliz de los frikis, del objeto/basura a la misma altura del objeto/arte, del relativismo salvaje, del futuro...

Y entonces apareció Tiziano Sclavi, y se le ocurrió crear a Dylan Dog. Y triunfó, vaya si triunfó. Era 1986 y Sclavi tenía su cabeza llena de información inútil (como nosotros): películas de terror de la Universal, literatura fantástica de tercera categoría, algo de mitología... Mételo en una coctelera y agítalo.

Resultado: un detective, antiguo policía, que vive en Londres y se dedica a perseguir fantasmas y hombres lobos aunque él no cree en ellos. No fuma, no bebe, folla bastante (una o dos veces en cada entrega, siempre con una tipa distinta y de la que siempre está perdidamente enamorado), toca el clarinete para pensar (uhhhh si Conan Doyle levantara la cabeza) y en sus ratos libres se dedica a construir una maqueta de un galeón que nunca termina (en un número se descubre que cuando lo haga, cuando la termine, se acabará el mundo o algo así). Su ayudante es Groucho (siiiiiiiiiiiiiiiiií), Groucho Marx, un doble, que siempre está de broma, cuenta chistes sin parar (alguno incluso bueno), que siempre le lanza la pistola cuando Dylan, su jefe, está en problemas. Dylan Dog tiene un Escarabajo que siempre se rompe. Siempre necesitan la ayuda del inspector Bloch, antiguo jefe de Dylan, que siempre tiene que lidiar con un cadaver muerto en extrañas circustancias y eso que no soporta la sangre y siempre se marea. El "detective de la pesadilla" (lo dice él, ojo) siempre va mal de pelas porque ayuda a las bellas damas que requieren sus servicios sin cobrarles la tarifa (que ahora no recuerdo cuánto es, pero que siempre es la misma), aunque luego se las beneficia (pero siempre por amor). Bueno, y luego hay un montón de cosas más que siempre pasan.



¿Han entendido el concepto, la palabra clave?: SIEMPRE. Y es que a Tiziano Sclavi (guionista) le gusta el trabajo fácil. La mitad de las 100 páginas de cada número las rellena con clichés, con cosas que SIEMPRE pasan. Se crea una complicidad con el lector, claro, pero también se corre el riesgo de aburrirlo. Para compensar, las otras 50 páginas de historia original son complicadas, trepidantes, cercanas a la experimentación: historias, dentro de historias, dentro de historias; muerte, destrucción, sangre (muchísima sangre...en blanco y negro); homenajes; y luego más sangre y algo de melancolía y poesía.

Tiziano dejó de escribir regularmente a partir de los primeros números (son mensuales y ya van por el doscientos y pico) y ahora sólo supervisa. Unos cinco o seis guionistas van rotando y escribiendo historias al estilo Sclavi. Como puedes sospechar la serie no se resintió: la mitad del trabajo ya estaba hecho.

Puedes pensar que los italianos son gilipollas. Estás en tu derecho. A mi no me gustan los tópicos, pero que tire la primera piedra quién no haya elegido más de una vez el camino fácil. Pero si visitas Italia alguna vez, te recomiendo que te asomes a algún kiosko (da igual en la estación de tren, en el centro de una ciudad, en cualquier parte). Allí, más de un tercio del local estará dedicado a "fumetti" (la gran gran mayoría de la Bonelli). Encontrarás el Dylan Dog del mes, una reedicion ("ristampa") de un número anterior y una "seconda ristampa" de un volumen aún más antiguo. Eso sin olvidar especiales temáticos, ediciones en tapa dura, etc. Trabajo en cadena. Y eso ocurre por una única razón: son baratos y enganchan.

Los italianos (venga, quitaros de la cabeza esa imagen de chuloputas con minibañadores esparciendo esporas por las playas españolas) consumen cultura pop. Se han educado en ella (como muchos de nosotros) y, lo más importante, se la pueden permitir. Porque al comprar Dylan Dog no compras solamente dos euros de papel barato, dibujado con mayor o menor habilidad (todo depende del artesano de turno), compras kilos y kilos de referencias culturales.

Todo el equipo de Dylan Dog fusila algo (ellos lo llaman homenaje, y su límite con el plagio se está volviendo cada vez más borroso). Portadas y personajes sacados de Magritte, tramas que recuerdan al Ángel Exteminador de Buñuel, malos con la cara de Peter O'Toole, semiólogos clavaditos a Umberto Eco (gran admirador de la saga, por cierto), etc. La cara de Dylan es la de Rupert Everett (que ya encarnó al personaje en una estúpida película de los años 90) y su nombre proviene de Dylan Thomas (el poeta irlandés) y es que en Dylan Dog hay mucha poesía, quizás demasiada.



Coge algún número (en España se ha publicado poco y mal) y verás como te gusta. Lee dos y estarás enganchado. Ya tendrás todas las piezas (dos), todos los clichés, sabrás lo que te esperá en el resto de números, pero te dará igual porque te atrapa. Yo ya lo estoy, si un amigo mío va por allí, le encargo que me compre varios números (todos los que encuentre), si hago algún viaje mi maleta termina pesando el doble. Sabes el principio y sabes el final, sabes lo que dirá y de quien se enamorará, por eso mismo juega sobre seguro.

Y me gusta porque los cabrones consiguen hacerme creer que formo parte de algo, aunque sólo sea de un estúpido tebeo de vampiros. Y la soledad es el gran mal de este gris mundo en el que vivimos. Y yo no se tocar el clarinete.

03 mayo 2006

Serenity, o como hacer épica postmoderna


Serenity nació siendo una serie de TV. Un proyecto personal de Joss Whedon (creador de la inefable Buffy Cazavampiros, serie y película que merecen un artículo aparte, claro está), que fracasó estrepitosamente (la cancelaron al octavo capítulo, creo), pero que se convirtio en una obra de culto para un nutrido grupo de frikis que al no ser capaces de formar un mercado rentable económicamente se constituyen en un grupo de presión social. Es un fenómeno curioso, muy repetido últimamente, fruto de la crisis de las ideas estéticas y filosóficas del mundo moderno; de la postmodernidad, o sea.

Joss Whedon quiso entonces hacer una peli en homenaje a aquel ejercito de seres inadaptados obsesivos que convirtieron la serie en una "obra de culto". Eso dijo él (bueno lo de "inadaptados obsesivos" lo digo yo), porque Joss Wendon lo da todo por sus fans (¡qué bonito!). Mentira cohina...en realidad, este inteligente productor/director tenía un plan, un buen plan.



A Joss Whedon le gusta el refrito, lo considera rentable...y muy posiblemente lo sea, cada vez más. Buffy (la peli) fracasó, pero a su guionista (Joss Whedon, claro está) su guión le seguía pareciendo cojonudo y creía firmemente que la historia de una adolescente con problemas que lucha contra vampiros podría triunfar si se transladaba a otro formato. La serie triunfó (los encantos de Sarah Michelle Gear tuvieron mucho que ver con eso), aunque de todo esto hablaremos otro día.

No hay que ser un hacha para imaginar lo que pensó Joss Whedon cuando le cancelaron la serie ("Firefly" se llamaba): "Más grande, más larga, más frikis". Pero la jugada le salio mal, y la peli fracasó en EEUU y en el resto del mundo.

Y es que Joss Wendon pecó de avaricia. El reparto (bastante competente, todo sea dicho) no era conocido, la historia se complicaba innecesariamente y la peli no innovaba nada ni en los efectos especiales ni en el argumento, aunque ese no era su objetivo.

Joss Whedon quería refundir, recrear. Un mundo futuro, un universo lejano poblado de seres humanos (no hay marcianos ni bichos verdes), ha habido un guerra y ha habido unos perdedores (los confederados) que ahora son bandidos. La mayoría de los planetas de ese lejano sistema están plagados de desiertos....bueno para que dar más pistas. Wendon ha transladado al futuro los clichés de las pelis de vaqueros. Hay robos a bancos (bastante originales), hay indios (una especie de zombis sanguinarios), hay vestuario a lo Segio Leone. Bueno, lo dicho, la peli no pretende ni de lejos ser original.

Una mierda pensareis (y la mayoría de mis amigos os diría que sí), pero en mi opinión hay detalles en la peli que la elevan por encima del resto de propuestas palomiteras/multisalas. Porque a pesar de todo lo dicho, Joss Wendon es un buen guionista (Toy Story por ejemplo) fiel a sus ideas (vean la cuarta parte de Alien y busquen similitudes con Serenity). Porque lo que realmente salva a la peli de la quema es su sentido del humor, esa ironía que le hace aceptar sus limitaciones. Sus dialogos son originales, sarcásticos, pero a veces parece que la única motivación de la acción es llevar a sus personajes a una situación en la que sus comentarios resulten graciosos e impactantes.

Lo mejor: cuando la peli desvaría. El viaje al planeta solitario... Realmente Whedon maneja muy bien el terror y crea verdadera incertidumbre en un escenario diurno, tan luminoso y onírico como nuestras más perversas pesadillas.

Lo peor: echar a perder a unos de los pocos malvados interesantes del cine actual. Imperdonable esa conversión final. Mal explicada, mal resuelta, mal, mal...

Pero nuestro amigo Joss aún es joven y podemos esperar mucho de él. Porque a pesar de todos sus vicios es evidente que nos puede dar algo más. En su generación es un tapado: carece de las habilidades de Sam Raimi o de Peter Jackson, pero estos adolecen de la gran gran virtud de Whedon: el dominio de la épica. Porque este gordinflón simpático (supongo que actor frustrado) es un maestro de la épica: sabe donde colocar la música, cómo mover la cámara, como llegar al clímax... Y lo bueno es que sigue haciendo el cine que quiere, para adolescentes, para gente como él...porque sospecho que Whedon no deja de ser uno de los frikis que no son mercado para las manufacturas de Hollywood. Ahora prepara Wonderwoman... esperemos que sus personajes hablen menos y que el guión sea lo suficientemente sencillo para que Whedon pueda centrarse en la acción y en esa épica que tanto nos gusta. Pero sospecho que no será así porque es evidente que al colega le pierde la frase graciosa, el comentario irónico... si es que es como nosotros.