Rama, un cilindro más allá de nuestra comprensión

Leyendo Cita con Rama (1972), la estupenda novela de Arthur C. Clarke, no podía quitarme de la cabeza una película, una de mis preferidas: La amenaza de andrómeda (1971).

Y cada vez con más fuerza pienso que la cercanía en el tiempo no puede ser una casualidad (la novela de Michael Crichton en la que se basa la película es de 1969).

Ciencia ficción dura, donde la ciencia es el centro del relato. La emoción se alcanza a través de la física y de la química. Hay intriga, pero se huye de toda vocación metafísica (tan lejos de 2001 Odisea en el espacio). Belleza fría y metálica. Y sin embargo, apasionante. Porque pocas veces una prosa tan distante y sencilla ha sabido explotar mejor la curiosidad humana. En cada página hay una revelación, pero nunca terminas de entenderlo todo, de descubrirlo todo. Muy bien hecho: ¿por qué seguir leyendo si ya lo sabes todo? Y así termina el libro, y te quedas colgado en la curiosidad, inquieto, feliz.

Pero volvamos al principio: Rama es un objeto cósmico, un cilindro inmenso (40 kilómetros de largo), más antiguo que la tierra y que se dirige hacia el sistema solar a una velocidad enorme y girando más rápido que ningún cuerpo conocido (el día de Rama dura 4 horas).

Y el ser humano quiere saber más (y nosotros también). Una nave aterriza en el extremo delantero del objeto (si es que se puede hablar de delante o atrás, de arriba y de abajo). Y se introduce y allí descubre un mundo...

Y página tras página te atrapa...

Se prepara una película, que seguro será diferente a la que yo tenía en la cabeza mientras leía el libro.

Ciencia Ficción de la buena, donde el camino importa más que el destino.

Porque ya sabemos que Ítaca no existe, pero no lo decimos porque deseamos hacernos a la mar.