Una foto junto al mar...
Se cumplen 50 años del estreno de Los 4oo golpes
Nunca me gustó Antoine Doinel ese niño, proyecto de hombre, mentiroso y combativo. No me gustaba su familia, ni su colegio, ni sus amigos, ni sus sueños... Y sin embargo, Truffaut le imprime un tono al película entre melancólico y revolucionario que me atrapa sin remisión.
Es como El guardián entre el centeno... el tono (no el estilo) se impone al fondo de la historia.
Cuando Antoine llega a orillas del mar, en esa fuga sin sentido... cuando la imagen en movimiento se transforma en foto fija y hay un zoom rompedor y extraño... en ese momento ya no es niño sino un hombre perdido. Como nosotros.
El mar no es un destino, ni el final de ningún camino.
Nunca me gustó Antoine Doinel ese niño, proyecto de hombre, mentiroso y combativo. No me gustaba su familia, ni su colegio, ni sus amigos, ni sus sueños... Y sin embargo, Truffaut le imprime un tono al película entre melancólico y revolucionario que me atrapa sin remisión.
Es como El guardián entre el centeno... el tono (no el estilo) se impone al fondo de la historia.
Cuando Antoine llega a orillas del mar, en esa fuga sin sentido... cuando la imagen en movimiento se transforma en foto fija y hay un zoom rompedor y extraño... en ese momento ya no es niño sino un hombre perdido. Como nosotros.
El mar no es un destino, ni el final de ningún camino.
Etiquetas: cine, gafapastas, Truffaut
1 Comments:
Gran película.
Jean-Pierre Leaud no había todavía adquirido todos esos tics espasmódicos que hacen inverosímiles sus interpretaciones.
By Evil Preacher, at 10:09 p. m.
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